El ideal de una navidad en familia compartiendo momentos de cariño y alegría, es una fantasía que cuando año a año no se cumple, nos llena de tristeza y frustración.
Recuerdo cuando tenía 15 años y días antes de la navidad me junté con dos de mis grandes amigas del colegio. Por alguna razón las tres estábamos nerviosas. Casi al mismo tiempo cada una compartió la misma inquietud: “Tengo miedo que en esta navidad haya pelea en mi casa”.
Pocos días después de la “celebración” nos volvimos a juntar las mismas tres, esta vez para compartir el drama que cada una había vivido esa navidad.
Han pasado bastantes años desde esa experiencia que hoy recordamos con ternura al mirar desde lejos y comprender el contexto de la discordia.
Sin embargo, para la mayoría de nosotros, el tiempo no ha borrado la expectativa sobre que las fiestas de fin de año debiesen ser una instancia colmada de afecto y felicidad, como si por arte de magia las dinámicas familiares disfuncionales se sanaran para celebrar la navidad y/o el año nuevo.
Duele la fantasía de creer que los otros han cambiado o que a uno ya no le importa, y darnos cuenta que no es así: que el otro sigue siendo el mismo y nosotros también.
La publicidad refuerza el imperativo de “tener” que pasarlo bien, estar feliz y rodeado/a de amor aunque nada se preste para que sea así. Por favor, no te sientas culpable si esa expectativa impuesta desde fuera este año no se cumple. No hay nada malo contigo si estas fechas no las vives como se supone que deberías.
Si este post te representa, ¿qué crees que puedes hacer distinto este año y los sucesivos para que las fiestas de fin de año sean un espacio de encuentro y no de desencuentro?
Pregúntate: ¿Cuánto aporto yo a la hostilidad?
¿Qué puedes trabajar en ti para recibir estas fechas con realismo y al mismo tiempo ilusión